miércoles, 24 de febrero de 2010

La taza

Esa tosca taza de barro cocido era su mejor recuerdo hecho cosa, su bien más preciado. No servía para meter otra bebida que no fuera agua, el líquido penetraría en las paredes y ahí quedaría macerándose, pudriéndose, envenenando la taza para siempre. Y temía que con la taza estropeada se estropearía el recuerdo y volvería a estar solo en el mundo. Gracias a la taza, había dejado de beber vino, cerveza o licores. Su hígado cansado había vuelto a despertar y se sentía más joven, más capaz de levantarse con las primeras luces de la mañana y atender a los asuntos del reino.

Pero cada noche, después de cenar, se sentaba ante la ventana con su taza llena de agua, sorbiendo y mirando cómo el cielo rojo se consumía y volvía negro. Apuraba entonces la taza y lloraba por el chico que la hizo con sus manitas y que El Tiempo le robó hacía ya tantos años. Muchos años pensó que no le quedaba nada del chico salvo los recuerdos que se iban emborronando hasta que, al poco de dar comienzo las obras de restauración, encontraron en una pequeña sala del ala abandonada del castillo unos palitos toscamente tallados y esa taza arrugada que el niño había modelado con sus manos y cocido en el horno de pan. Cuando la vio de nuevo, algo tenso se rompió en su interior y desparramó un acúmulo de emociones contrapuestas.

Soñaba con aquel niño rubio correteando por los pasillos, por la sala del trono, por las habitaciones, entrando en la cocina para robar algún pedazo de pastel... Ese niño que algún día sería Rey y que, sin embargo, sólo quería disfrutar de las pequeñas cosas mundanas. Se despertaba entonces en medio de la noche, miraba la silueta de la taza recortada contra el cielo nocturno y dormía ya un sueño sin sueños hasta el amanecer.

Daría todo su reino por volver a ser aquel niño.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Una taza para el recuerdo de los días que miraban con ilusión al futuro y que ese futuro se encargó de llenar con polvo y melancolía pensando en las memorias del pasado. Esa taza vale más que mil pagarés, su reino y sus preocupaciones mi querido Rey.

Katy dijo...

Los recuerdos en la trastienda.... No está bien instalarse en ellos. La vida sigue con sus alegrías y tristezas y el pasado jamás vuelve. De nada siven las nostalgias ni las añoranzas.
Un abrazo

Ñocla dijo...

Muchas veces se dice: "cualquier tiempo pasado fue mejor"...
Qué duda cabe que cuando pasan los años y volvemos la vista atrás, quizá solo vuelvan a nuestra mejoria los recuerdos gratos, los malos ya se ha encargado el tiempo de borrarlos.
El recordar no es malo, el revivir momentos dulces tampoco y el aprender de los malos, mucho mejor.
Creo que todos guardamos una pequeña taza de nuestra infancia, ya sea física o emocional.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Hola Natxo!! A veces uno se toma fuertemente de pequeñas cosas para poder seguir viviendo, pero es bueno soltarlas, quizás la felicidad deja de ser un recuerdo.
Me encantó, sabés atrapar al lector y eso me gusta mucho.
Besosssss