En la caja de tiritas no había más que un par de envoltorios vacíos. A ver qué coño hacía ahora. Pegó una patada a la papelera y se aguantó el dolor. Se miró al espejo. Menuda cara de gilipollas.
En fin. Sacó los envoltorios, tiró la caja, y se los llevó con una sonrisa al dormitorio. Esa noche sólo habría sexo oral.
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