Eso de tirar monedas y apuntar si salía cara o cruz estaba resultando ser más coñazo de lo que pensó cuando aceptó el trabajo. Voluntarios para experimento científico decía el anuncio del periódico. Llamó y se puso alguien del departamento de estadística de la Universidad de Miskatonic -no conocía esa universidad pero le dijeron que estaban como profesores colaboradores en la Universidad de Alcalá-.
La entrevista resultó amena y distendida y, mientras se bebía el café al que le habían invitado, le comunicaron que empezaría al día siguiente junto con otros dos voluntarios más. Fenomenal. 100 € al día por ocho horas de tirar monedas y apuntar los datos para comprobar nosequé de la validez estadística de una afirmación y su relación con la asimetría del Universo.
Eran las 15:37 del tercer día de experimento y estaba hasta las narices de tirar la monedita y apuntar el resultado. Su jornada acababa a las 18:00 pero no aguantaba más y los responsables del estudio dijeron que siguiese hasta las 16:00 y que ya le pagaban la jornada entera y quedaba libre del experimento. Cogió el tren y pasó a por unas cervezas por el supermercado antes de volver a casa. Enchufó la tele y se emborrachó hasta quedarse dormido.
Meses después, Joaquín Maltos salió muy contento con el magna cum laude por su estudio sobre los efectos psicológicos de los trabajos repetitivos y poco imaginativos. El jurado se lo había pasado en grande con las descripciones de las perrerías a las que habían sido sometidos los voluntarios.
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1 comentario:
Genial, igual estamos en este mundo y alguien mueve los hilos a su antojo en un experimento para ver como somos los humanos y como reaccionamos cuando se nos da libertad.
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