Le quedaban dos cerillas y el rascador de la cajita estaba hecho polvo. Sentado entre unos cartones que le separaban del viento y la nieve lo único que le importaba era encenderse el maldito cigarrillo que colgaba de su boca. Lo demás le era indiferente.
La mujer del perro no paraba de llorar a pesar de los esfuerzos del policía que trataba de consolarla. Había encontrado el cadáver del mendigo al sacar al perro a primera hora de la mañana y no podía borrar de su mente aquel rostro congelado en una perversa sonrisa de la que colgaba una colilla consumida.
La mujer del perro no paraba de llorar a pesar de los esfuerzos del policía que trataba de consolarla. Había encontrado el cadáver del mendigo al sacar al perro a primera hora de la mañana y no podía borrar de su mente aquel rostro congelado en una perversa sonrisa de la que colgaba una colilla consumida.
1 comentario:
¡qué penita!!!!
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