Aquella plataforma con sus tres columnas blancas que se alzaban en medio del bosque sostenía un techo invisible donde cientos de generaciones habían nacido, crecido, vivido y muerto a su sombra. Habían sido testigos del esplendor, caída, desaparición y surgimiento de civilizaciones y ya nadie, ni los más ancianos custodios de los más importantes archivos, sabía algo de su origen. Eran unas columnas de un extraño material, cálido al tacto, completamente diferente a cualquier otra sustancia conocida. Eran la prueba de la existencia de alguna extraña civilización.
A mediados del ciclo de luz del trigesimooctavo eón de la actual dinastía, un objeto inmenso que cubría todo el cielo arrancó la estructura de la tierra y la hizo desaparecer. El mundo nunca volvería a ser igual.
Jonás pensó que qué cerda podía llegar a ser la gente, dejando la mesita de plástico que viene con las pizzas tirada en medio del bosque.
1 comentario:
me ha encantado, lo que para unos es basura para otros es un lugar de refugio.
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