Ya no tenía la fuerza de su juventud y se sentía cansado tras pasar todo el día pastoreando a sus ovejas. Toda una vida de soledad salvo contadas visitas con las que almorzaba o cenaba y de las que no volvía a saber. Se sentó en el tronco de un árbol caído y trató de recordar cómo era el sol cuyo calor sentía en la piel. Pero habían pasado demasiados años desde que perdió la vista y sólo consiguió evocar la imagen distorsionada de un disco pálido.
El calor del día fue dando paso al frescor del ocaso. Llevó de vuelta al rebaño y se encerró en su casa. Cenó un poco de carne asada y un pedazo de queso. Sólo bebió agua. Luego se echó en el catre y soñó la misma pesadilla que se le repetía desde hacía años. Jamás olvidaría esa voz, la del último rostro que conoció. Finalmente, llegó la calma.
El anciano Polifemo roncaba.
El calor del día fue dando paso al frescor del ocaso. Llevó de vuelta al rebaño y se encerró en su casa. Cenó un poco de carne asada y un pedazo de queso. Sólo bebió agua. Luego se echó en el catre y soñó la misma pesadilla que se le repetía desde hacía años. Jamás olvidaría esa voz, la del último rostro que conoció. Finalmente, llegó la calma.
El anciano Polifemo roncaba.
1 comentario:
Muy bucólico, original, tierno, nostalgico.
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