Janira nunca había visto antes a dos insectos tan hermosos, del color de la hierba iluminada por el sol. Nunca se había puesto a mirar a los insectos; antes sólo eran bichos que le daban asco o miedo y que su madre solía matar con un periódico, una alpargata o un spray. Pero ahora, de vacaciones en el pueblo, le encantaba coger una esterilla y tumbarse en la hierba a observar a los bichitos. Y esos dos eran muy bonitos -aunque parecían monstruos en miniatura- y grandes. Estaban los dos juntos, jugando uno con otro a montar a caballito y se tocaban las antenas el uno al otro. Se acercó un poco más. Era algo maravilloso. Ya nunca tendría miedo de los bichitos. La hembra le arrancó la cabeza al macho y comenzó a devorarlo.
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1 comentario:
Muy bonita descripción, pero final tremendamente realista.
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