Pero no se daban cuenta de que, de vez en cuando, se hacía heridas muy profundas que, aunque parecían curarse, le dejaban un regusto a miedo que crecía con cada nueva herida. Su trabajo era admirable, sí, de acuerdo. Un honor. Un gran servicio. Pero ya no quería seguir siendo el duende encargado de los sueños rotos.
lunes, 15 de diciembre de 2008
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1 comentario:
jajajajaja, la hora no es la que parece, no soy quien tu crees, soy el duende lector de relatos.
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