domingo, 14 de marzo de 2010

Nunca

Nunca se me habían atascado tanto las palabras al escribir una carta de amor.

Durante mi juventud, fluían solas, a borbotones, y salpicaban a cuantas jóvenes hermosas tenía el placer de cruzarme. Y no por ello dejaban de ser sinceras.

Después comencé a madurar y, aún manteniendo la sangre caliente, el flujo de mi verbo se volvía calmo y poderoso, como el Guadalquivir a su paso por mi Sevilla natal.

En los años centrales de mi vida, mis epístolas no eran sino delicadas obras de orfebrería. Contadas eran las ocasiones en las que depositaba una sobre la almohada de una amante; durante días hilaba unas palabras con otras para tejer la fina red con que atraparla ahora que mis carnes fláccidas no podían.

Llegaron los primeros días de mi invierno y los ratones de mi mente habían hecho presa de mi vocabulario. Con los restos que pude salvar confeccioné dos cartas más: la destinataria de la primera falleció antes de poder terminarla. La segunda me mostró que hay mieles que el tiempo no estropea.

Ahora sólo a duras penas me mantengo en pie. Con mi bastón de caña, paseo mis huesos cansados por los jardines de hierba y grava del asilo. Mis ojos ya no quieren ver y mi memoria alcanza la lejanía de mi niñez pero olvida qué desayuné esta mañana. Hay una última carta que quiero escribir. Me sentía solo, abandonado, sin nada más que hacer en la vida. Pero, desde hace unos días, me acompaña una silenciosa dama que viste de negro y me ofrece su mano. Aún no se la puedo tomar, antes he de escribirle esa última carta, pero las palabras se me pierden en algún lugar entre la cabeza y los dedos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Natxo!! Me gustó mucho amigo. Ojalá todavía no le de la mano a la dama de negro, tiene que seguir escribiendo cartas de amor.
Besosssssss

Katy dijo...

Bellísimo, así fluye la vida, lenta pero segura hacia su fecha de caducidad. Fecha que nadie quiere leer.Por eso hay que pronunciar esas bellas palabras antes que nos de por tartamudear.
Besos y buena semana

Maria dijo...

Hola mi querido Natxo:
"CHAPEAU" en mayúsculas.
Me ha tocado lo mas hondo. Precioso y sentido relato. Describes de una forma preciosa el paso de los años y como con ellos vamos perdiendo aptitudes, pero también vamos ganando en inocencia, no nos damos cuenta cuando la dama de negro nos esta tendiendo la mano, incluso acariciamos su compañia.
Me ha encantado, bella historia.
Un beso y que comiences la semana con tanta fuerza como tiene ese relato.