"Y tú más" fueron las últimas palabras que escuchó antes de que el mundo se apagase.
Oscuridad. Silencio.
La nada lo mecía. Con la suavidad de una madre que no quiere despertar a su bebé. Oía -sentía- un latido que retumbaba en su cabeza. Un latido que zumbaba "fsssssss, fsssssss, fsssssss, fsssssss..." y repetía sus ecos por todos los recovecos de su consciente y subconsciente. Poco a poco el murmullo del mundo regresaba: voces lejanas que no comprendía, gritos que parecían susurros, golpes y meneos que no eran sino caricias que buscaban traerlo del más allá.
El zumbido se tornaba en los rugidos de una fiera que debía estar devorándole el cerebro pues sentía las dentelladas de miles de estiletes que desgarraban sus pensamientos en jirones de puro dolor. Las voces eran gritos, los gritos truenos de la furia desatada de Zeus. Sus ojos cerrados le mostraban instantes de luces blanquiazules que destellaban aquí y allá en un mar de rojo.
Algo tiraba de sus brazos hacia arriba, hacia los lados, como si quisiera arrancárselos. Golpes en sus mejillas. Quería abrir los ojos pero los ojos no le dejaban. De su boca sale un murmullo ininteligible que provoca el silencio fuera. Vuelven las voces, los tirones, los golpes. Su cabeza va a estallar.
Un mar de agua helada se abate sobre su cara y le arranca de las sombras. Está sentado sobre la hierba, entre árboles que se ven negros. Dos siluetas se recortan ante las luces amarillas. Una está en pie ante él, la otra agazapada a su lado, le tira de un brazo.
Y entonces recuerda sus últimas palabras: "Joder, Paco, ¡menudo ciego que llevas!"
Oscuridad. Silencio.
La nada lo mecía. Con la suavidad de una madre que no quiere despertar a su bebé. Oía -sentía- un latido que retumbaba en su cabeza. Un latido que zumbaba "fsssssss, fsssssss, fsssssss, fsssssss..." y repetía sus ecos por todos los recovecos de su consciente y subconsciente. Poco a poco el murmullo del mundo regresaba: voces lejanas que no comprendía, gritos que parecían susurros, golpes y meneos que no eran sino caricias que buscaban traerlo del más allá.
El zumbido se tornaba en los rugidos de una fiera que debía estar devorándole el cerebro pues sentía las dentelladas de miles de estiletes que desgarraban sus pensamientos en jirones de puro dolor. Las voces eran gritos, los gritos truenos de la furia desatada de Zeus. Sus ojos cerrados le mostraban instantes de luces blanquiazules que destellaban aquí y allá en un mar de rojo.
Algo tiraba de sus brazos hacia arriba, hacia los lados, como si quisiera arrancárselos. Golpes en sus mejillas. Quería abrir los ojos pero los ojos no le dejaban. De su boca sale un murmullo ininteligible que provoca el silencio fuera. Vuelven las voces, los tirones, los golpes. Su cabeza va a estallar.
Un mar de agua helada se abate sobre su cara y le arranca de las sombras. Está sentado sobre la hierba, entre árboles que se ven negros. Dos siluetas se recortan ante las luces amarillas. Una está en pie ante él, la otra agazapada a su lado, le tira de un brazo.
Y entonces recuerda sus últimas palabras: "Joder, Paco, ¡menudo ciego que llevas!"
2 comentarios:
puffff! Qué mal cuerpo...
dios inexistente!! me ha recordado al relato de un amigo ke se habia comido unas setas...pero el relato era bastante mas bulgar ejje, me gusta niño!!
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