lunes, 8 de marzo de 2010

Tiene narices, manda huevos

Estaba hasta los cojones de tanta frase sobre las narices y tanta ostia ya, joder, ¿es que no había otra manera de decir "tiene narices la cosa", "estar hasta las narices", "dar con la puerta en las narices", "hacer algo por narices" o "meter las narices donde no le llaman a uno"? Es que no fallaba, la gente se ponía nerviosa cuando le tenían frente a frente y siempre acababan haciendo algún comentario desafortunado sobre el asunto nasal. Hasta sus nuevos amigos (los veteranos sí acababan acostumbrándose y utilizaban otro tipo de frases hechas) se las veían canutas para no mirarle fijamente al centro de la cara. No era el hombre elefante ni un Mr. Potato, pero sus padres habían tenido a bien dotarle de unos genes que ya quisieran para sí los judíos de pura cepa. El tamaño de su apéndice nasal rozaba el que le hubiera permitido vivir de él como parte de un espectáculo o como sujeto de experimentos científicos, pero tenía que conformarse con su trabajo de reponedor de un supermercado-descuento mientras se sacaba la especialidad de Egiptología. Lo peor eran los gafapastas y culturetas que se creían originales al mentar, tanto directa como subrepticiamente, el famoso soneto de Quevedo. Hasta los huevos que estaba. Al menos Rosi de Palma y Quique San Francisco ya no estaban de moda. Eso que se ahorraba.

Lo peor llegó el día de su trigésimo cuarto cumpleaños. No podía apartar la mirada del papel que sostenía entre sus manos temblorosas. Se le venía el mundo encima, tenía narices el asunto, las pruebas eran tajantes: padecía de Elefantiasis testicular.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy parece que teníamos, en cierto modo, un tema en común :)

Sigue y nunca pares. :*

Unknown dijo...
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Van dijo...
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punklady dijo...

uhmmmm esto de las narices...me resulta familiar...y lo de hacer el elefante tambien eh!! jeje, me gusto mucho niño, sobre todo el royo de la nariz judia, todo un detalle...