miércoles, 17 de marzo de 2010

En blanco

Josué tenía ante sí un folio en blanco. El resto de la mesa: una vela encendida y a medio consumir en un botellín de cerveza y un boli Bic azul mordisqueado por, seguramente, infinidad de otros que ya habían pasado por ese trance. El carcelero -aunque vestía un mono blanco, tenía cuernos y patas de carnero y un rabo terminado en punta de flecha, vaya si lo era- le había dicho entre risas que en ese papel estaba su futuro, y que lo firmara, que en media hora vendría el abogado del diablo a por él y le pondría al corriente. Luego le dejó a solas, pensando. Pensó en no firmarlo pero estaba convencido de que no era el primero al que se le había ocurrido esa idea, y la descartó porque no podía salir bien. Pensó también en escribir algo en ella, como que iba a ser libre y cosas así, pero lo mismo, todo estaría previsto y no saldría bien. Pensó en hacer un avión y tomarse al menos unos minutos a guasa lo que, seguramente, serían sus últimos instantes de existencia no-infernal. ¿Y quemarlo? Quemar su futuro tampoco se le antojaba la mejor opción. El carcelero le había dicho que firmara, y eso iba a hacer, que seguro que estaban bien organizados. Se sacó el boli de entre los dientes -después de muerto no se siente aprensión por las babas de otros- y firmó. En cuanto trazó el último sesgo de firma, un señor trajeado -también cornudo y rabudo- apareció entre un ¡puf! de humo que olía a azufre, y tomó el papel entre sus manos. "Bien, bien, bien" dijo leyéndolo -como si hubiera algo que leer-. Hizo un gesto con la mano hacia el falso espejo de la habitación y el carcelero entró a por Josué, lo esposó y se lo llevó ante una vieja puerta de contrachapado con la pintura desconchada por la humedad y el calor. La abrió y le arrojó a un espacio infinito de blanco sin más. Cerró la puerta. Otro idiota.

Gloria tenía ante sí un folio en blanco. El resto de la mesa: una vela encendida y a medio consumir en un botellín de cerveza y un boli Bic azul mordisqueado por, seguramente, infinidad de otros que ya habían pasado por ese trance.

[...]

Concha tenía ante sí un folio en blanco. El resto de la mesa: una vela encendida y a medio consumir en un botellín de cerveza y un boli Bic azul mordisqueado por, seguramente, infinidad de otros que ya habían pasado por ese trance...

El carcelero se daba de cabezazos contra la pared mientras Concha jugaba a "tú la llevas" con el diablo trajeado. En el suelo, un papel que decía "tonto el que lo lea".

3 comentarios:

punklady dijo...

Me has dejado rota txabal!!

Maria dijo...

Ay, ay, ay, lo que hace el ingenio y la creatividad.
El tomarse las cosas en su justa medida.
Me ha encantado, es una forma muy simpatica de enfretarse a una ralidad tan trascendente.
Un beso, esta si que me ha hecho reir.

Anónimo dijo...

Hola Natxo!! Me gustó mucho. Original y con humor.
Besosss