Luego estaban los pimientos, que siempre eran tres: dos rojos y uno verde. Pero la suma de dos y tres daba siete. Vamos, que daba cinco, pero le salían siete. De memoria, claro. Con los dedos salían cinco.
No entendía por qué le había tocado este puesto si no sabía aún contar. En fin, el trabajo es el trabajo. A Egipto le tocó aguantar las aguas de sangre y las langostas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario