El reo se sentía horrorizado ante las dos puertas que se abrían ante él. Una le llevaría a una vida incierta en el destierro, la otra a un foso donde permanecería preso hasta el fin de sus días.
Cerro los ojos y respiró profundamente. Y eligió.
No había nada como la seguridad de una celda sin puertas.
Cerro los ojos y respiró profundamente. Y eligió.
No había nada como la seguridad de una celda sin puertas.
1 comentario:
Las barreras y los candados los pone cada uno y sobre todo prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer
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