Lo que más le gustaba de las luciérnagas es que solían quedarse quietas tras un rato y podía acercarse a ellas. La gente solía quedarse encandilada con el efecto que producía verlas volar de noche y esto impactaba tanto que, a lo largo de loa años, fueron incorporándose a las leyendas y costumbres locales, transformadas en hadas, espíritus de las estrellas o deseos que buscaban satisfacerse. Pero ella las veía con otros ojos, nada de leyendas y bobadas. Desde pequeña le habían interesado y, cada noche, salía a buscarlas en vez de quedarse durmiendo.
Ante sus ojos había un ejemplar precioso que brillaba con toda su intensidad, un macho que gritaba a la noche que él era el destinado a perpetuar sus genes hasta el fin de los tiempos.
Sobre la pared de una casa castellana, una salamanquesa daba cuenta de una luciérnaga.
Ante sus ojos había un ejemplar precioso que brillaba con toda su intensidad, un macho que gritaba a la noche que él era el destinado a perpetuar sus genes hasta el fin de los tiempos.
Sobre la pared de una casa castellana, una salamanquesa daba cuenta de una luciérnaga.
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