La mitad de las bombillas se había ido fundiendo desde su coronación como rey. Menuda mierda de súbditos, no había manera de que las cambiaran sin que él lo pidiera, y eso a muy duras penas, así que había optado por hacerlo él mismo y dejarse de cabreos que no llevaban a ninguna parte. Además, el suyo era un reino muy humilde y no podía andarse con pijadas.
Sí que había dado vueltas la vida. Muchos años vagando por el mundo, pasando hambre, siendo rechazado por otros, sin saber dónde iba a dormir y levantándose sin saber si ese día tampoco comería. Pero llegó a aquel extraño país que nadie había visitado pero todo el mundo conocía de oídas. Era completamente real. Y sus habitantes lo reconocieron, lo admiraron, y lo erigieron como el gobernante que traería un nuevo esplendor al país y lo haría resurgir como una gran potencia.
Se asomó por la ventana oeste de su alcoba para disfrutar de un atardecer de fuego y las siluetas negras de los montes y los árboles de su reino. Luego se acercó al vestidor, se quitó el ojo de cristal, y se puso el parche por la fuerza de la costumbre, aunque ya no le hacía falta.
Se sentía muy afortunado de que la vida le hubiera traído a este país legendario. Al país de los ciegos.
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1 comentario:
El tuerto es el rey en el pais de los ciegos.
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