Lo mejor de los andenes del metro era que no hacía frío. Lo malo era cuando llegaban grupos de chavales pegando voces o, aún peor, cuando minutos después llegaban los de seguridad. Aún así se estaba bastante mejor que en la puerta de una iglesia, de donde lo echaban en cuanto lo veían.
No le gustaba esa vida, nadie le había preguntado si era eso lo que quería. Condenado a vivir en la calles más sucias soñaba con ser otra cosa. Siempre había querido ser un óleo o una acuarela. No le gustaba ser grafiti.
No le gustaba esa vida, nadie le había preguntado si era eso lo que quería. Condenado a vivir en la calles más sucias soñaba con ser otra cosa. Siempre había querido ser un óleo o una acuarela. No le gustaba ser grafiti.
1 comentario:
Me gusta... como siempre imprevisible, pero genial
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