Las hojas se iban cubriendo de rocío con suma delicadeza y la luna llena las iluminaba. El silencio era absoluto y cómodo. No había nada que pensar, sólo dejarse llevar por la belleza del momento y percibirla como se presentaba.
Lástima que no hubiera nadie.
Lástima que no hubiera nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario