La plumilla iba dejando su rastro de tinta en el papel que había elegido. Éste tenía forma de árbol y poco a poco las líneas resaltaban sus detalles: la rugosidad de la corteza, el brillo se las hojas, las nervaduras de las mismas. Completó el dibujo con sus acuarelas: marrón para el tronco, algo más ocre para las ramas. Limpió el pincel y con azul y amarillo rellenó las hojas. Contempló el dibujo. Le gustó. Lo arrojó al mundo. Descansó.
Mientras dormía, su perro se comió el papel con la forma del sentido común.
viernes, 2 de enero de 2009
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1 comentario:
Si, sí este si que sí. Me ha gustado, no es que no me gusten los otros, pero cada dia que puedo comento el relato del día o cuento del dia, que yo tengo mucho cuento, jajajjajajaja
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