Sólo tenía seis años cuando vio morir por primera vez a un amigo. Sólo seis. Y nunca lo olvidaría. Era pequeño y, seguramente por eso, creía que el poder de la amistad o desear algo de todo corazón podría cambiar las cosas. Pero no fue así. A finales de enero se dio cuenta de que algo no iba bien. Jordi ya no tenía la vitalidad de los días anteriores. Día a día iba a hacerle compañía, lo tenía al lado de casa. Se pasaba las horas a su lado, jugando sólo, jugando a que jugaba con él. Y se imaginaba que lo veía mejor. Solía acariciarlo pero estaba demasiado frío al tacto y le acababa resultando desagradable. Dejó de hacerlo. Al cabo de dos días ya no podía seguir engañándose. Dejó de visitarlo.
El lunes siguiente Jordi ya no estaba. Volvió a la guardería y en el recreo se metió en el baño para llorar. Claro que luego tendría más amigos pero ninguno sería tan especial como Jordi. Ningún otro muñeco de nieve.
El lunes siguiente Jordi ya no estaba. Volvió a la guardería y en el recreo se metió en el baño para llorar. Claro que luego tendría más amigos pero ninguno sería tan especial como Jordi. Ningún otro muñeco de nieve.
1 comentario:
Muy tierno :'( Si, si me ha gustado mucho. Da mucha penita!!!!
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