Qué demonios, esta vez se iba a enterar el del bar. Estaba hasta los ovarios de que el maleducado ese le pusiera el café medio frío y encima le cobrara más de lo que ella creía que era el precio real. Vale que fuese centroamericana pero eso no le daba derecho al camarero a tratarla así.
Hoy no se trajo comida de casa. Iría al bar, pediría un bocadillo y un café y, cuando le dijeran la cuenta, comprobaría los precios con la lista sellada y si algo no le gustaba exigiría una hoja de reclamaciones. Vaya si se iban a enterar.
Le sudaban las manos de la tensión y, mientras cruzaba el parque, ensayaba mentalmente lo que haría según la reacción del camarero. Esperó a que el semáforo se pusiera en verde para peatones y cruzó hacia la bocacalle. Sonreía. Torció a la derecha.
Cerramos los lunes.
Hoy no se trajo comida de casa. Iría al bar, pediría un bocadillo y un café y, cuando le dijeran la cuenta, comprobaría los precios con la lista sellada y si algo no le gustaba exigiría una hoja de reclamaciones. Vaya si se iban a enterar.
Le sudaban las manos de la tensión y, mientras cruzaba el parque, ensayaba mentalmente lo que haría según la reacción del camarero. Esperó a que el semáforo se pusiera en verde para peatones y cruzó hacia la bocacalle. Sonreía. Torció a la derecha.
Cerramos los lunes.
1 comentario:
Vaya por Dios
Publicar un comentario