lunes, 31 de diciembre de 2007

Vida en el espacio

Las ruinas se conservaban en bastante buen estado. Era el descubrimiento más importante que podían imaginarse. Por fin, tras siglos de exploración espacial, un grupo de astronautas había encontrado los restos arqueológicos de una civilización en otro planeta. Las estructuras eran completamente identificables como artificiales, creadas por seres inteligentes y no por caprichos de los meteoros.

¿Qué tipo de seres había vivido en este planeta? ¿Cómo serían sus sociedades? ¿Habrían disfrutado también de manifestaciones artísticas? ¿Por qué habían desaparecido? Las respuestas a estas preguntas se irían desentrañando con el estudio de estos restos. Esperaba poder vivir suficientes años como para poder tener una profunda visión de cómo fueron estos seres.

Se juntaron todos los tripulantes de la expedición junto a una de las ruinas para salir en las imágenes del informe oficial sobre el descubrimiento de una civilización extinta en el tercer planeta de esa estrella amarilla.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Post-it®

El taco de hojitas amarillas parecía insultarle desde la mesa, ahí, insolentes, autoadhesivas, impolutas. Mira que les tenía ganas, con sus 100 hojas recién desprecintadas. Bueno, recién, no. Desde el lunes pasado que se las compró a la chica de la papelería. Y los bolígrafos en un vaso cuidadosamente desordenados. Todos funcionaban, lo comprobaba cada día con hojas usadas de la caja de papel para reciclar.

Se levantó a tomarse un café y apuró la jarra del café. Daba para medio vaso nada más, pero no era plan de prepararse otra cafetera, que estaba solo en la oficina, y se había terminado la que puso nada más abrir el local. Las 11:23:21 mostraba la pantalla de su NOKIA.

Dejó la taza en el fregadero y se fue a echar un pis rápido. Ya no le angustiaba que fueran a llamar justo cuando tenía la polla en la mano, como temía los primeros días.

La llamada tuvo lugar cuando estaba terminando de escribir un post en un foro de tunning. PRIVADO marcaba la pantalla del teléfono. Cogió un boli azul, le quitó el capuchón y descolgó:

-Hola, buenos días. Mi nombre es Margarita Fernández y le llamo de Movistar. ¿Es usted el titular...? -colgó el teléfono.

El paquete de post-it había vuelto a ganar. Puto trabajo en la inmobiliaria.

Engranajes

Mario se preguntaba a veces si no sería que el mundo funcionaba así por pura inercia, sin otro sentido que el de seguir rodando. Tobi, su amigo recogido de una perrera con unos diez años de edad aún tenía pesadillas con sus antiguos dueños. Estíbaliz, la hermana del chico que todos los domingos ayudaba a limpiar de mierda las perreras, quería ponerse tetas porque le gustaban los tíos con coches tuneados. Nelson dudaba entre volverse a Venezuela o montarse una pequeña empresa de reformas en Chequia o Hungría. Lorenzo Francisco estaba a punto de desfalcar a sus socios y largarse a Brasil. Cande se acostaba muy excitada con dos dientes de leche bajo la almohada. Jorge y Kevin perdían la virginidad a la misma hora, en el mismo sitio, avergonzados sin saber de qué. Bhumibol Shinawatra llevaba a sus cinco hijos la comida que había robado al tendero al que había asesinado en un camino de Tailandia un par de horas atrás.

¿Seguro que Dios tiene planes?

viernes, 28 de diciembre de 2007

Añoranza

Cuando las ranas se gritaban furiosas le gustaba salir a pasear por la orilla del lago. Para ese entonces los niños ya se habían ido a sus casas, los viejos también y las parejas aún no habían llegado para llenar el aire de jadeos, gemidos, gruñidos, gritos y olor a sexo. Y montones de condones que quedaban resquebrajándose al sol durante días hasta que se terminaban por deshacer.

Durante mucho tiempo fue un lugar maravilloso en el que vivir. Pero un día empezaron a llegar los turistas y, poco a poco, se convirtió en un vertedero de basuras y morralla humana. Estos últimos años se estaba planteando seriamente irse a vivir a otro lado porque este lugar, en el que vivía desde pequeña, ya resultaba inaguantable. De entre todos los destinos que había ido barajando, seguramente acabaría yendo a Finlandia, el País de los Mil Lagos. Y allí buscaría un lugar tranquilo donde pasar el tramo final de se vida.

Qué lejos quedaban esos tiempos en los que ella, Nimué, le ofreció a Arturo la espada Excálibur que custiodaba.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Bajo la luz

Cuentan la anécdota del borracho que buscaba las llaves perdidas bajo la luz de una farola porque ahí se veía mejor. Y la gente se sonríe pensando en lo pardillo que era aquel tipo.

Después, con un par de palmaditas en la espalda, vuelven a buscar la felicidad bajo la luz de lo material.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

La cajita

Llevaba a todas partes la cajita de marras. Teófilo era una persona reservada y amable, de esas que tratan continuamente de no destacar, de ser grises, de no meterse en líos porque los líos no puedan verlos a ellos. Llegaba todos los días puntual al trabajo -incluso unos minutos antes, para ser justos- y se metía en su garita de bedel. Si tenía que hacer cualquier tarea, cogía la pequeña caja de madera y la llevaba en la mano. Y si la tarea le exigía ambos brazos, se la metía en el torso dentro del mono de trabajo.

No se le podía inquirir sobre la caja. La primera vez que se le preguntaba sobre ella ignoraba completamente la impertinencia. Si se le insistía, poco a poco se sumía en un estado de tristeza y se recluía en las sombras de su pequeño habitáculo de donde procuraría no salir hasta el final de la jornada.

El día del accidente el edificio se convirtió en un infierno. Aunque mucha gente pudo salir por su propio pie, Teófilo sacó a otras tres personas que, seguramente, hubieran muerto asfixiadas de no ser por él. Perdió el conocimiento cuando entró a por una cuarta. Los bomberos llegaron a tiempo.

En cuanto pudieron, los tres salvados fueron a visitar a Teófilo a la UCI. Sobre la mesa, la cajita en perfecto estado. "Te debemos la vida, Teófilo".

Teófilo abrió la caja y metió en ella tres nuevos pagarés.

martes, 25 de diciembre de 2007

Desde las sombras

Últimamente las cosas no me van muy bien. Tengo que hacer algo pronto o me encontrarán y entonces ya será demasiado tarde. ¿En quién puedo confiar?

Las horas se oscurecen mientras espero atrapada en mi jaula de muebles viejos y polvo. Pronto llegará mi segunda noche aquí y quizá sea la última que pase en libertad. O viva.

Tengo bastante hambre. Día y medio sin probar bocado. No estoy acostumbrada. Una persona puede vivir cerca de un mes sin comer nada. Pero necesita beber, lo he leído en algún sitio. En el desván sólo hay recuerdos. No puedo salir de aquí. No debo.

Por la ventana aparece una calle ancha y mal iluminada. No pasa nadie andando, sólo algún coche. Podría salir, pero, ¿a dónde iría? Mejor me quedo. Esperando.

Esperando.

Esperando...

Puedo ver mi cuerpo encogido en el suelo frente a mí. Aguanté seis días. O cinco. Cinco, creo. Logré que no me encontraran pero ahora estoy muerta y no me gusta. Quiero volver. Volver a vivir. Aunque me encuentren. No me gusta esta sensación de no ser nada.

Llevo tres días y no puedo volver. Mi cuerpo se hincha. No puedo moverlo, no tengo manos ni brazos. No me puedo alejar. Quiero que vengan y se lo lleven. No quiero morir.

¿Morir? No entiendo lo que digo. ¿Quién soy yo? ¿Por qué tengo consciencia? No soy nada y, sin embargo, existo.

Existo.

...

lunes, 24 de diciembre de 2007

Récord

Amadeo Benítez batió esas navidades el récord mundial de horas con el dedo pulgar dentro del culo.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Recuerdos de la infancia

La casa seguía tal y como la habían dejado. Quizá los cristales y la fachada se veían más sucios pero, ¿qué esperaba ver si no? Podría decirse que el pueblo se había comido a sí mismo hasta quedarse en un grupo de casas viejas y personas viejas que iban cayendo bajo la rueda del tiempo, cubriéndose de musgo y gusanos.

Hacía una vida que había correteado por esas calles llenas de perros y críos, aprendiendo a aprender. Cada día era una nueva aventura y, al salir de la escuela, nunca sabía dónde iba a estar media hora después, haciendo qué. Comía con hambre, dormía con sueño, vivía con ganas.

Después llegó el momento en el que los jóvenes padres de familia sólo podían aspirar a irse a la ciudad si no querían perder el tren de los nuevos tiempos y vivir como en los países civilizados. Luego en la ciudad, la historia de tantos.

Y ahora ahí se encontraba, treinta años después, frente a la casa que le vio nacer. Cuántos recuerdos de momentos que ya no volverían. ¿Cómo hubiera sido su vida de haberse quedado en el pueblo? ¿Como sería a partir de ahora, de esta decisión que había tomado?

Asintió con la cabeza y el bulldozer comenzó a tirar las viejas casas para iniciar las obras del nuevo polígono industrial.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Llovía

"Aquí no para de llover" decía ella por teléfono. Y era verdad, no paraba de llover. A cualquier hora que uno se asomara al balcón el ruido monótono de la lluvia amortiguaba los sonidos de la ciudad. Las gentes tenían el ánimo triste, el rostro gris. Los niños caminaban de la mano cabizbajos en vez de correr y ser regañados por sus madres.

Los árboles reverdecían y estiraban sus hojas en busca del sol que no veían tras las nubes. De los barrizales y escombreras surgían cientos, miles de bracitos verdes.

El aire olía a agua, tierra y verde.

Era posible sentirse parte.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Mujeres...

Crujientitas. Como a él le gustaban. Las sacó del horno y puso dos en un plato. Seguramente él le diría que le sabían a poco y que le diera alguna más, que eso no era una cena. Pero claro, esa barriga había que bajarla, que a su edad tenía que cuidarse un poco más.

A medianoche se despertó. Su mujer dormía como una bendita. Con todo el cuidado del mundo se vistió y salió a la calle sin hacer ruido. Se sentía culpable por hacerle eso a su esposa, pero no podía evitarlo. Caminaba hacia las afueras de la ciudad, las manos en los bolsillos, donde se reunían putas, marineros, soldados... Esa noche necesitaba al menos dos. No era muy selectivo y no quería que lo viese nadie, así que caminó entre las sombras hasta que localizó a un par de furcias solitarias que bebían de una botella y soltaban desagradables risotadas. Era el momento...

Qué alivio. Paseaba sonriente de vuelta a casa. Su mujer no entendía que a su edad no tenía ni para empezar con dos mujeres. Un ogro como él se quedaba con hambre con sólo dos mujeres, por muy crujientitas que estuvieran.

jueves, 20 de diciembre de 2007

El portal

Las personas que pasaban frente a su portal ni se detenían a echar un vistazo. Ya podía estar dentro el Niño Jesús con sus padres y mascotas que ni Dios entraba -se sonrió orgulloso de su ingeniosa observación-. Y nada. Las siete pasadas y otra tarde perdida. Se puso el abrigo, se cubrió con el sombrero de fieltro y salió a las calles llenas de gente que no se miraba a los ojos. Cómo había cambiado el mundo, ya nada era como en su día fue. Se dirigió triste al albergue. Cada día era más ingrato ser violador.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Gárgolas

Entre ambas orejas aparecía una cabeza calva y arrugada con un ojo seco y el otro hundido y malicioso. Las palabras surgían chillonas de una boca sin dientes entremezcladas con el aliento fétido de una tumba recién abierta y eran frías y cortantes.

Salí corriendo, por mi vida, alejándome de aquel dedo esquelético e infinito que quería hurgar en los rincones más oscuros de mi alma de niño asustado. Dos figuras de negro salieron de entre las sombras y me atraparon. Sus palabras consiguieron helarme el ánimo: tenía que volver al confesionario si quería hacer la primera comunión.

martes, 18 de diciembre de 2007

Flores en el desierto

No llovía en el páramo desde hacía más de diez años. El polvo del suelo saltaba con los primeros goterones que caían hasta que la tierra dejó que escurriera un poco de agua y el sonido de la lluvia se volvió menos ronco. Durante más de dos días llovió ininterrumpidamente y las torrenteras desdibujadas por el tiempo cantaron de nuevo por unas horas.

El muchacho llegó con las primeras luces del tercer día y se tumbó sobre una roca mirando el suelo empantanado. Pronto vería el milagro del que hablaban los mayores: el desierto se convertiría en un manto de verde salpicado de miles de flores de brillantes colores. Según el suelo se secaba seguían llegando niños y mayores para presenciar el regalo que la Naturaleza les hacía a los pocos privilegiados que vivían en esas montañas.

Pero las horas pasaban y nada brotaba. Pasó una noche y con el alba los primeros curiosos creían adivinar manchas de vida sobre el polvo pero no eran más que los últimos charcos que aún no se habían secado. Al mediodía los primeros escépticos volvían a los quehaceres que daban sentido a su vida. Con el ocaso, unos pocos mayores que quedaban encendieron una hoguera y, al calor de sus lenguas contaron historias de tiempos antiguos, cuando los dioses caminaban entre los hombres. Sólo cuando los rescoldos se marchitaban se fueron todos a dormir.

Un nuevo amanecer lleno de polvo y decepción. Nada crecía y, con las caras grises, los que quedaban emprendieron la vuelta al poblado. Sólo el chico que llegó en primer lugar, el huérfano al que todos habían ayudado a sacar adelante, permaneció con el alma llena de ansia. La fogata de esa noche fue mucho más pequeña, silenciosa.

El día de su partida amaneció ventoso y el polvo del desierto volaba de nuevo entre jocosos torbellinos. Se internó unos centenares de metros en el yermo y se acuclilló para acariciar el suelo. Ni una brizna lo teñía de verde.

El chico se puso en pie y se juró ver un desierto florecer. Dio media vuelta y marchó hacia su casa.

Las historias que ideó a partir de ese día aún perduran contadas de padres a hijos.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Groenlandia

Mis dos hijos me miran desde la cama. Sus pómulos sobresalen como puños de rostros con los ojos hundidos. Hace días que no comen, que no comemos. La primavera está cansada y no sube a nuestra montaña. Sólo hay una débil luz azulada que la nieve deja entrar por la ventana. Pienso que debería matar a uno de mis hijos para que el otro pueda comerlo y sobrevivir. Pienso que si me quito la vida ambos llegarán a envejecer junto a sus nietos. Comiéndome a ambos podría yo sacar las fuerzas para aguantar y devolverle a este Dios misericordioso el daño que me ha hecho multiplicado por mil. Durmiendo, podríamos vivir hasta que lleguen de las granjas del fiordo a rescatarnos.

A mediados del siglo XV se desvaneció el rastro de los últimos colonos vikingos de Groenlandia.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Uvas rojas

De las parras se descolgaban numerosos racimos de uvas rojas que engordaban bajo el sol. Tomó uno y se lo fue comiendo con aire distraído mientras paseaba por el jardín de su finca bajo el sol del atardecer. ¿Cuántos guerreros habían muerto por su espada? ¿Cuántos inocentes? Cada noche al acostarse recordaba sus actos llenos de heroísmo y nunca se le aparecían los rostros de aquellos a los que había matado.

Ese era el sueño en el que, desde hacía más de dos mil doscientos años, vivía el fantasma de Cayo Aurelio Bucco, penando por los montes de Murcia.

Suicida

Los picos de las palomas rompían las galletas que se esparcían junto al cuerpo. Sí, era su hija.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Engaño

Lo más doloroso de sus últimos momentos no provenía de su cuerpo sino de los añicos en los que se habían convertido sus creencias. Una vida de sencillez y entrega desinteresada a los demás, un canto a la filantropía. Y ahora, cuando creía que la luz de su interior que se apagaba iluminaría de algún modo los corazones de las personas, una cruel realidad tomaba forma en su consciencia: no era el Hijo de Dios muriendo por los hombres; era el Hombre siendo devorado por los hombres. El Gran Misántropo había conseguido que la Humanidad aprendiera a destruirse a sí misma.

jueves, 13 de diciembre de 2007

El germen

Las torres se recortaban ominosas del cielo de plomo de un día sin sol. El aire era frío, húmedo; olía a enfermedad y emponzoñaba el ánimo. Nada bueno parecía poder salir de ese limbo con nombre. Y entonces escribí mis primeras líneas.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Relajándose un poco

En la emisora sonaba su canción favorita. Le gustaba fumarse un porro mientras conducía por esas carreteras casi vacías cuando volvía a casa de trabajar en el monte. La luna asomaba ya por el horizonte y el sol no se había puesto y las estrellas se atrevían a asomarse a un cielo libre de nubes. Jaime y Soraya seguramente estarían ya en su casa preparando la cena y enfriando las cervezas. Luego, más petas, risas, pelotazos de whisky o vodka y acabarían los tres follando en el sofá hasta quedarse dormidos.

Cada vez escribían peores historias en la Playboy.

martes, 11 de diciembre de 2007

Embrollo

"No existen muchas salidas de este embrollo" fueron las últimas palabras que escuchó de su compañero antes de mandarlo a la mierda con un grito que le salió del alma. Juntos en mitad del bosque, dos desconocidos que no saben cómo han llegado ahí, dos realidades que no tenían por qué cruzarse nunca y que alguna consciencia enferma había metido en la misma pesadilla.

Las otras veces que había aparecido solo en mitad del bosque había logrado despertarse razonando que todo era un sueño; qué haría ahora...

lunes, 10 de diciembre de 2007

El gigante

Todos los días el gigante sale de su caverna y se queda mirando hacia el sol naciente hasta que el frío se escurre de sus huesos. A continuación toma su garrote y camina entre los árboles en busca del enemigo que sabe que algún día se encontrará. Con el ocaso del día llega a su cueva, hambriento, insatisfecho, derrotado. Entonces se acurruca en un rincón para tratar de dormir y acallar el hambre.

Sueña que algún día no volverá.

domingo, 9 de diciembre de 2007

¿Por qué?

Los ojos de la estatua observaban fijamente a su escultor. Durante horas ambos se mantuvieron la mirada, tratando de comprender qué motivaba al otro.

Al día siguiente el aprendiz encontró a la estatua con el rostro destrozado. Nunca se volvió a saber del artista.

Niño-Dios

Al pequeño niño-Dios se le comió su perro el trabajo sobre el hombre. Tuvo que quedarse durante el recreo para hacer otro a toda prisa.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Vida y muerte

A veces el tiempo parece detenerse (¿por una eternidad, por un instante?). Otras se cae de las manecillas que, con su único dedo, son incapaces de sujetarlo en su sitio. Muchas veces se pierde en el ajetreo del día a día y, por más que buscamos, no hay manera de encontrarlo (y perdemos aún más en el intento). El día que algún pensador lo trajo desde el mundo de las ideas los hombres ya no vivimos mirando la vida sino el momento desconocido de nuestra muerte.

jueves, 6 de diciembre de 2007

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Ante el espejo

No le gustaba nada lo que veía en el espejo. No se reconocía. Era una de las cosas que no soportaba de ser un vampiro.

martes, 4 de diciembre de 2007

Esperando a los ángeles

No sentía frío, al contrario de lo que había pensado que sucedería. Ahora se encontraba en el cementerio del pueblo esperando acostado a que llegaran los ángeles para guiarle a su nueva existencia. Se consideraba buena persona, en general, a pesar de que tenía el pronto muy fácil y bebía más de lo necesario. En el fondo le dolía que no hubiera venido nadie a decirle adiós; tampoco es que tuviera muchos amigos. Pero no vino nadie de la pandilla. No le perdonaron que se hubiera pasado al Rock cristiano. Y así partía solo.

Por fin llegaron los ángeles inundándolo todo de luz. Se levantó, los saludó, y cogió la prenda que le ofrecían. Ya tenía su chupa de los Ángeles Blancos, y con su moto se unió a la manada.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Efímero

Desde la seguridad de su rodapié, el ratón observaba cómo el gatito perseguía y arrojaba de un lado a otro un diminuto saco de arpillera con un cascabel dentro mientras los mellizos no paraban de reírse con las cabriolas del minino.

Mientras, la madre limpiaba la despensa -un día más- de las mierdas de ratón que abundaban junto a los sacos de legumbres y cereales.

El padre cortó un pedazo de queso, dos pedazos, y se los llevó a la mesa.

El soldado lanzó el obús que destrozó la casa, el padre, la madre, los mellizos, el gato, el ratón.

Las lluvias hiceron brotar entre las ruinas multitud de matojos de garbancera, lenteja, haba...

domingo, 2 de diciembre de 2007

Papá Noel

El Papá Noel de este año tenía bastante buena pinta, no como el del año pasado, escuchimizado y que se cayó, con escalera y todo, en cuanto empezó a soplar el viento. Menudo berrinche había cogido su hija. Para este año se había movido bastante, mirado en muchos sitios, hasta que en un centro comercial de la capital, vio justo el que necesitaba. Aprovechó para hacer otras compras y un par de horas después se encontraba conduciendo de vuelta a casa con su flamante Papá Noel en el maletero.

Después de cenar, dejó a su hija viendo un concurso de esos de chavales que cantan en la tele, y se escabulló hacia el coche, para prepararle la sorpresa. La pobre, desde que quedó huérfana de madre, no parecía muy feliz a su lado. Así que este año iba a tener colgado de la ventana el mejor Papá Noel que había visto en su vida. Cogió la caja de herramientas con una mano y se echó el fardo al hombro para subirlo todo en un único viaje y que su hija no sospechara. Taladró, atornilló, enchufó, ató y descolgó con cuidado la escala con el Papá Noel atado por la ventana. Quedó muy bien. Lo enchufó y las luces parpadearon como diciendo fe-liz-na-vi-dad-fe-liz-na-vi-dad-fe-liz-na-vi-dad...

Aprovechando un intermedio, le pidió a su hija que le ayudara a descargar unos paquetes del coche. Cuando llegaron al coche le dijo que se diera la vuelta y su sonrisa iluminó la noche. La Navidad sí podía ser hermosa. Juntos de la mano, se metieron en la casa. Empezaba a nevar.

Nathan Haber murió de frío esa madrugada. No había vuelto a casa de su primer día de trabajo como Papá Noel en el centro comercial.

sábado, 1 de diciembre de 2007

El dedo de un dios

Lo que más le gustaba a este dios era observar a una de sus criaturas en particular durante una temporada y tratar de entender sus anhelos, sus miedos, sus ilusiones y de anticiparse a sus movimientos, a sus decisiones, a sus reacciones.

Después, si le había resultado interesante, sorprendente, le premiaba concediéndole sus deseos.

Si, por el contrario, era un ser aburrido, previsible, le castigaba concediéndole sus deseos.