viernes, 31 de agosto de 2007

Yusuf

El burrito hacia girar la noria incansablemente. Vuelta tras vuelta iba siguiendo un nabo que colgaba de un palo frente a él. A unos pocos cientos de metros empezaba el desierto y eran cientos los kilómetros los que los separaban de la ciudad más cercana. Yusuf, sentado en un muro de adobe comido por los años miraba atento al burro, contando en voz baja las vueltas que daba.

Muchos años después, mientras golpeaba a unos presos en la cárcel en la que trabajaba, le vino a la cabeza el recuerdo del burrito. Esa noche no pudo dormir; nunca supo cómo el burrito había desaparecido.

jueves, 30 de agosto de 2007

Tropiezo

Cada vez que salía al escenario le sudaban las manos a chorros y pensaba que se le iba a quebrar la voz al comenzar a cantar. Ya se oía la música de fondo, pronto empezaría el guitarra y el batería y seguirían en penumbra hasta que él saliese corriendo y se pusiera a cantar la primera estrofa del sencillo del disco que estaban promocionando.

Tres compases más y a correr. Salió dando grandes zancadas y llegó al centro del escenario cuando estalló la pirotecnia.

El concierto fue un exitazo. Le dio pena irse cuando la gente aún gritaba y pedía más y más, pero eran órdenes de su manager. En el camerino abrió una lata de cerveza, se tumbó en el sofá, y cerró los ojos para poder recordar. Qué tiempos cuando él estaba ahí abajo, con los demás, creyendo en la música...

miércoles, 29 de agosto de 2007

La oscura verdad

Con mucho sigilo, abrió la puerta y entró en la habitación. Cerró a continuación con cuidado de no hacer ruido y esperó a que sus ojos se acostumbraran a la penumbra. No había penumbra sino una oscuridad impenetrable. Se arriesgó a darle al interruptor.

-¡Click!

La habitación seguía totalmente a oscuras.

-¡Click, click! ¡Click, click, click, click!

martes, 28 de agosto de 2007

El teléfono que no suena

Al teléfono le quedaba aún una raya de batería. Y no sonaba. Llevaba demasiadas horas quieta, mirándolo como si de ese modo no se le escapara por un despiste la llamada que no llegaba. Una pequeña bombilla llena de mugre en una lámpara sin pantalla era la única fuente de luz que había en la estancia.

Miró el paquete y sacó los dos cigarrillos que le quedaban. Luego lo estrujó con rabia y lo arrojó hacia una esquina. Tomó uno entre sus labios y lo prendió. Fumó con ansia la primera mitad, luego se calmó y respiró algo de aire entre calada y calada.

El teléfono seguía sin sonar cuando encendió el segundo. Ya no le quedaban más y lo disfrutaría. Claro que lo disfrutaría. Se levantó, cogió el móvil y lo metió en el bolsillo. Luego se acercó a la cama, cogió el abrigo de lana de él y se lo echó sobre los hombros, arrebujándose para salir a una noche llena de luna llena. El frío le mordía los dedos aunque no soplara más que un susurro de brisa que ni movía las acículas de los pinos. Tosió. Siguió fumándose el cigarro que sujetaba con dedos ateridos de frío mientras su mente divagaba por el pálido bosque hasta que el sabor acre del filtro le devolvió al mundo real. Entró en la casa.

Se sentó en la cama y sacó el móvil. La pantalla se había apagado.

lunes, 27 de agosto de 2007

Crema

La crema se había derramado sobre los papeles. Se le había olvidado cerrarla al mediodía y con el calor que hacía esas días, se había escapado en silencio hacia la blanca explanada cubierta de letras. No era una crema de las caras, que no le hacían efecto; ésta en concreto se la había comprado en el supermercado. El efecto era el mismo: manos cubiertas de llagas. Eso sí, más suaves.

El poema que se había estropeado era uno de los mejores que había escrito durante ese verano; una puta mierda digna de una adolescente paleta y encoñada pero sin faltas de ortografía. Y lo peor de todo es que no le gustaba escribir poesía. Ni leerla. Ni las palabras ni las letras. Él quería ser técnico aeroespacial y su nota de 9.97 de acceso le daba para lo que quisiera. Pero no, a su padre se le había puesto en los cojones que se dejara de tonterías y que hiciese algo de provecho. Que la tecnología no daba de comer y que se dedicara a la poesía o a la filosofía como todo hijo de vecino. Que con tanto inmigrante sofista y postromántico la cosa se estaba poniendo muy mal.

domingo, 26 de agosto de 2007

El teléfono que no suena

Al teléfono le quedaba aún una raya de batería. Y no sonaba. Llevaba demasiadas horas quieta, mirándolo como si de ese modo no se le escapara por un despiste la llamada que no llegaba. Una pequeña bombilla llena de mugre en una lámpara sin pantalla era la única fuente de luz que había en la estancia.

Miró el paquete y sacó los dos cigarrillos que le quedaban. Luego lo estrujó con rabia y lo arrojó hacia una esquina. Tomó uno entre sus labios y lo prendió. Fumó con ansia la primera mitad, luego se calmó y respiró algo de aire entre calada y calada.

Sonó el teléfono. Una. Dos. Tres veces.

-¿Diga? -contestó con forzada despreocupación.
-Hola. ¿Es usted la esposa de Manuel Pacheco? -dijo una voz gris tras el auricular.
-Sí. ¿Qué pasa, quién es usted? -dijo con voz alterada.
-Mire, le llamo del hospital universitario. Su marido ha sufrido un accidente de tráfico... -Por fin. Por fin se libraría de ese hijo de puta. Trató de parecer confundida y la interrumpió.
-Pero... pero... ¿qué ha pasado? ¿Cómo ha sido? -comenzó a sollozar.
-Tranquilícese, señora. Ha sido casi un milagro pero lo hemos conseguido estabilizar y su vida no corre peligro.

Ahora sí que se puso a llorar.

sábado, 25 de agosto de 2007

Tiene narices

Su nariz era la mejor de todo el manicomio. El resto de narices resultaban divertidas, aburridas, inquietas, pasivas, impertinentes, dubitativas... pero ninguna sabía narrar historias como la suya. Cuando los internos eran medicados a las 20:00 ella ultimaba los últimos detalles de la historia que compartiría con el resto de narices durante la hora en que los enfermos se reunían alrededor de la mesa de juegos. Unos jugarían con los puzzles. Otros pintarían cosas que no eran capaces de comprender. Paco se masturbaría mientras Juan, siempre a su lado, se comería algunas cartulinas de colores -nunca las verdes-. El resto hablaría consigo mismo en voz alta o se quedaría callado con sus fantasmas de otro tiempo.

Pero las narices estarían bien atentas a lo que la suya les tenía que contar y después, hasta las 21:00 en que los celadores los acostarían, tendría lugar una mesa redonda sobre el tema que su nariz hubiera propuesto a raíz del relato.

Y él era su agente. Lástima que su nariz tuviera que estar en el manicomio. Si no, habrían ido a todas las conferencias y cursos de verano del país.

viernes, 24 de agosto de 2007

Palabras

Hay días en los que las palabras se atraviesan en el cerebro y se clavan en los ojos de dentro afuera. No salen. El dolor entonces cobra forma y la realidad parece que se proyecta en una sábana blanca que nunca termina de estar enfocada.

Luego hay días en los que uno tiene la certeza de que los ruidos que hace el bosque por la noche son susurros que nos dicen que no estamos solos y que el miedo sólo hiere en soledad.

Y están las palabras que los escritores esconden entre las páginas de sus libros. Palabras que han sido escritas sólo para nosotros, sólo para ese momento.

jueves, 23 de agosto de 2007

Importancia

El pichón miraba con curiosidad por encima del borde de su nido. Abajo dos seres de dos patas hacían ruidos y movían sus extremidades con violencia. No entendía nada.

Vio llegar a su madre y abrió la boca; tenía hambre, como siempre. Su madre regurgitó varias veces cosas ricas y se marchó de nuevo. Volvió a asomarse.

En el suelo, uno de los dos seres yacía inmóvil en un charco de sangre. Otros cuantos seres de dos patas se acercaban a toda prisa y se quedaban alrededor.

Se acurrucó y se durmió de puro aburrimiento.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Prometeo II

Era una Nochebuena muy triste. Era ya incapaz de recordar cuánto tiempo llevaba solo vagando por el mundo, sin nadie con quien compartir sus últimos años de vida. Se sentía muy viejo -y lo era- y deseaba que éstas fueran las últimas navidades que celebrara. Sólo quería abandonar este mundo asqueroso al que había dedicado toda su vida e ilusión para recibir a cambio una gélida indiferencia.

Se tomó una jarra enorme de ponche de huevo -calmaba el dolor de su alma- y salió por la puerta hacia las cuadras. Los renos estaban ya enjaezados y el trineo rebosante de paquetes. Se enfundó su ridículo gorro rojo y partió un año más. Sólo Dios conocía el objeto de su forzada inmortalidad.

martes, 21 de agosto de 2007

El perro de San Roque

El perro de San Roque sí que tenía rabo. Hasta el día en que murió de viejo. Toda la zarabanda que se organizó en torno a la figura de Ramón -O'Raleigh, irlandés, y no Rodríguez o Ramírez como se nos ha hecho llegar- tiene como única razón de ser la necesidad de desviar la atención de la escasa entidad de los milagros de Roque de cara a su canonización.

Roque se dedicó a vagar por Italia entre putas, borrachos y apestados y murió en olor de santidad. Aunque pueda parecer un hecho notable conseguirlo inmerso en ese entorno, no es para tomárselo como un milagro. Así lo hizo notar O'Raleigh, ex-mercenario tullido compañero de andanzas de Roque y su perro.

lunes, 20 de agosto de 2007

El portador de luz

Era un demonio que adoraba las flores. No podía evitarlo, pero cada vez que salía del frío averno para hostigar a los hombres, se quedaba fascinado mirando un campo de amapolas, una margarita solitaria, soplando unos abuelos -sin arrancar la planta- o contando la miríada de diminutas flores moradas que se amontonaban en los cardos borriqueros. Sólo se ponía en marcha para huir del arcángel puñetero que llegaba un rato más tarde para expulsarlo nuevamente a las profundidades.

Las personas hablan de Lucifer, el ángel caído que llevó consigo el fuego para que los hombres tuvieran libre albedrío. Pero nunca hablan del demonio que le dio una paliza cuando cayó en medio de un algodonal al que prendió fuego y que fue posteriormente desterrado.

Multiversos

A ver qué cojones escribo ahora... era el título que le venía una y otra vez a la cabeza. ¿Dónde lo habría visto antes? Tenía una serie de diarios que quería publicar que pedían a gritos ese nombre pero le sonaba tanto el título que temía que fuera algo que hubiera leído tiempo atrás y ocultado en un rincón juguetón de su memoria.

La idea del plagio accidental le rondaba cada día con mayor intensidad así como la idoneidad del nombre. Y ello le angustiaba tanto que se planteó dejar de escribir. Así, poco a poco, se fue apagando su ilusión y un 12 de marzo se quitó la vida.

Lo más triste de esta historia es que es real. Sucedió en uno de los infinitos universos paralelos que no han tenido lugar. O bien este es un relato que ha escrito en uno de tantos universos el autor que tan tristemente se quitó la vida en la realidad. O cualquier otra posibilidad.

sábado, 18 de agosto de 2007

Fiestas

La torta de manteca no tenía manteca. Menuda gracia. Todo el año en la ciudad y cuando volvían para las fiestas no podían comerse una en condiciones. Normal que las señoras volvieran enfadadas al poco de llevárselas y que se pusieran a despotricar en la panadería. No querían que se les devolviera el dinero ni que se les preparasen unas nuevas tortas con manteca para un par de horas después. No, sólo necesitaban despotricar un rato y sentirse importantes. Al final aceptaron el trato a cambio de una retahíla de disculpas y una barra de pan para cada una.

Por la noche, después de la novena, se llevaron sus nuevas tortas -gratuitas- de manteca y mierda de panadero.

viernes, 17 de agosto de 2007

Trémulo

La lámpara iluminaba el escritorio con una llama temblorosa. El anciano encorvado sobre las hojas escribía deteniéndose de vez en cuando para mojar la pluma en el tintero. No tocaba el vaso de vino que debía llevar horas ahí. Su hija mayor, que le cuidaba desde hacía meses, entró a darle las buenas noches y le besó la calva cabeza. El anciano giró el rostro hacia ella y le sonrió.

A la mañana siguiente el cuerpo estaba frío. La pluma había dejado un borrón sobre el papel en el que descansaba la cabeza del anciano. Los dos últimos renglones eran como zarzas retorcidas que treparan por el papel y el candil apagado estaba vacío de aceite.

Nunca se supo si se apagó primero la llama o el anciano.

Ideas

En el mundo de las ideas no temían a la muerte. Desde que aparecían tenían presente que su vida no era tal sino que debían morir para llegar a ser reales. Durante muchos años pululaban cotidianamente por su limbo hasta que algo las arrastraba hacia el mundo de los humanos. Entonces, sus ideas más allegadas -que no eran siempre las más afines- celebraban el acontecimiento.

Un buen día -era algo inevitable- surgió una idea que se dedico en alma a predicar la Manifestación que no era sino una corriente filosófica y religiosa cuya idea última era el suicidio ideal para alcanzar cuanto antes un estado de realidad. Poco a poco fue ganando adeptas que se inmolaban mientras su mundo quedaba cada día más desierto. Pronto sólo quedó ella, miró a su alrededor y se sintió satisfecha. Era la reina indiscutible, ya era libre de hacer lo que quisiera. Y, sin esperárselo, se murió.

En la Tierra, un campesino mongol comprendió qué era Dios.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Primerizo

Podía sentir el aire fresco acariciando su cuerpo desnudo. Era una noche preciosa, con un cielo cubierto de estrellas que brillaban sin titilar y sin que una sola nube ofuscase el paisaje. Llevaba toda su vida esperando ese momento y tenía miedo de no dar la talla. Nunca antes lo había hecho; ni siquiera lo había intentado, y ahora, al sentir el roce de unos dedos que lo tomaban con la suave firmeza que da la experiencia, sabía que no habría vuelta atrás.

Ahora la mano lo sujetaba sólo con dos dedos por la parte que separaba la cabeza del resto del duro cilindro. Estaba extasiado. Después sintió cómo le acercaban algo caliente por detrás y sintió un fuego en su interior que lo elevó hasta el cielo. No podría aguantar más que unos segundos más...

¡Por fin! Fue una explosión realmente espectacular que derramó en la noche todo lo que le presionaba dentro. Junto a él, de color azul, habían estallado otro rojo y otro verde en lo más alto de la traca final de las fiestas. La gente aplaudió animada.

En la lejanía un perro ladraba.

martes, 14 de agosto de 2007

Midiendo fuerzas

¿Quién sería el gilipollas que había acabado el rollo y no había puesto otro? En los seis meses que llevaba de informático en esa oficina nunca había dejado tirado a un compañero sin ordenador y ya era la tercera vez que se encontraba con el culo lleno de mierda y sin papel. Esta vez se iban a enterar. Les iba a desactivar la defragmentación automática de los discos duros y a caparles el eMule.

Tiró de la cadena y se acercó al lavabo con los pantalones en los tobillos. Luego abrió el grifo, se aupó, y se limpió con agua caliente y jabón. Pensó en frotarse los posibles restos con el cepillo de dientes que siempre estaba ahí pero le dio asco no saber de quién era la saliva. Se secó a conciencia con la toalla, insistiendo en el ano, y salió con la mejor de sus poses huidizas hacia su mesa del rincón.

lunes, 13 de agosto de 2007

Viento, Lluvia

En el reverso de la cuchara veía un rostro triste y ahuevado. Había lamido todo el yogur hasta dejar un cubierto reluciente que no hacía falta ni fregar, así que la guardó en la cajonera con las demás cucharas y cucharillas. El vaso del yogur lo estrujó entre sus palmas y se salpicó la blusa azul. Esta vez ni lloró. Por la ventana el cielo de la ciudad relampagueaba y el aire, seco, casi crujía de la electricidad. Subió, un pie detrás de otro, la escalera de caracol y llegó al dormitorio sonde los ventanales iluminaban la cama con una enfermiza luz amarilla.

Sonó un trueno muy cercano. Las cristaleras vibraron. Se descalzó. Se quitó los pantalones. Fuera la blusa y el sujetador. Abajo las bragas. En el espejo del tocador había una mujer de aspecto cansado con las tetas aún firmes. Sonrió aunque no se lo creyera. Se acercó a los ventanales y los corrió.

Fuera el viento azotaba su cuerpo desnudo y el aire caliente olía a ozono. Restalló un trueno cercano y unos segundo después el suelo se cubría de los goterones que no acariciaban su piel. Se subió a la balaustrada y abrió sus brazos al viento. Abajo los coches se gritaban y a duras penas dejaban escabullirse a los peatones que trataban de cruzar por cualquier lado. Saltó.

Cayó sin resbalarse en el suelo de la azotea. Cada tormenta que disfrutaba desnuda le recordaba lo hermosa que podía llegar a ser la vida cuando una sólo se preocupaba de vivirla y no de razonarla.

Un buen rato después, la mujer del espejo la enamoró.

domingo, 12 de agosto de 2007

m

No quedaban tipos de plomo suficientes para componer esa página. Demasiadas m, dichosos novelistas... Estaba harto. Toda su vida dedicada a la impresión de libros y esos desgraciados no paraban de fastidiarle con sus escritos.

De un manotazo llenó el suelo de letras sin sentido y se largó del taller.

sábado, 11 de agosto de 2007

Inoportunidad

Lo cierto es que era un final cojonudo, increíble. El mejor final que podía tener esa historia. Cualquier escritor que lo fuese de corazón hubiera dado la mitad de su vida por poner fin a su mejor obra de ese modo. Y el imbécil de él no había llegado a tiempo.

Había nacido para servir a Hesíodo y el muy estúpido había muerto antes de poder darle forma. Más de dos milenios y medio llevaba esperando una nueva oportunidad y, justo el día que fue llamado por Urania, estaba presenciando la gala de entrega del último Premio Planeta.

viernes, 10 de agosto de 2007

Caducado

La caja de antibióticos estaba caducada desde hacía seis años. Miró de nuevo al anciano y la montaña de cajas de distintas medicinas que había traído en una bolsa muy arrugada de Mercadona y que había ido depositando cuidadosamente y con manos temblequeantes sobre la mesa. Era casi la hora del cierre y sus dos compañeros atendían a los últimos clientes que quedaban en la farmacia.

- Le digo que esta caja no se la hemos podido vender nosotros esta mañana. De veras; aquí llevamos un control muy estricto sobre los medicamentos -le repetía al viejo con una sonrisa.

- Pues seguro que en los abastos no me lo han vendido, joven -los ojos amarillentos y la piel arrugada y seca de aquel señor le producían una profunda tristeza-. Y su cara la he visto esta mañana. Seguro.

- Mire, ¿sabe lo que vamos a hacer? Yo le retiro la caja y usted me viene mañana con otra receta y, en vez de una, le doy dos cajas. ¿Le parece bien? -dijo esperanzada.

La boca del viejo pasó de ser una fina línea a entreabrirse y dejar ver unos dientes diminutos y amarillentos. Sin mediar palabra, se puso a guardar, una por una, las cajas dentro de la bolsa. A continuación, se dio la vuelta y salió tieso como una espiga a una tarde que casi había ennegrecido. Paula se le acercó y le apoyó la mano en el hombro y le dijo unas palabras de consuelo:

- No te preocupes, Maite. Tu padre no sufre. Venga, dame un abrazo.

Se lo dio.

jueves, 9 de agosto de 2007

Corricolari

Todos los días veía al corredor desde su ventana. Unos días llevaba camiseta blanca. Otros azul oscuro. Había también una naranja. Y otras dos amarillas de una empresa de fontanería y otra de azulejos. Pero el pantaloncito era siempre el mismo: uno rojo de aspecto satinado.

Hacía ya dos o tres meses que había cumplido los 90. Eso significaba que llevaba más de medio siglo atado a una silla de ruedas. Hasta su cuadragésimo cumpleaños le había gustado correr casi todos los días. Nunca había participado en una carrera, aborrecía a la gente, pero estaba convencido de que podía haber ganado más de una. Y luego vino el accidente...

Los tres celadores ya estaban preparados con la inyección y las correas. No podían prohibir que Oroitz, el chaval nuevo que venía con el cerebro fundido de Ketamina, se asomara a la ventana. Pero es que cada vez que veía pasar corriendo a alguien por la calle se ponía a gritar, a llorar y correr por la sala empujando a los demás internos contra las paredes.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Ortopedia

Simón fue el primero en ver la pierna ortopédica. El día anterior, que también pasaron jugando en la escombrera, no estaba. La cogió y la blandió en el aire como había visto hacer a muchos actores en las películas -con espadas-.

Nicola llegó medio minuto después. Simón parecía amenazar a Dios con una pierna y gritaba muchas palabras de las que no le dejaba decir su madre. Ella no se iba a chivar, pero como se enterase la madre de Simón la iba a tener buena.

Ikatz venía con ella, moviendo el rabo con verdadera alegría, saltando de un lado a otro como un gato cazando ratones y no como el cachorro de perro responsable que se esperaba que fuera. Mordió una tela roja que asomaba bajo una bañera volcada y tiró y tiró hasta que sacó una falda.

Los siguientes en llegar fueron los agentes Martínez y Dorta junto con La Cheli, la prostituta que había denunciado la desaparición de su compañera La Coja.

martes, 7 de agosto de 2007

22

22. Ese número la tenía obsesionada desde que de pequeñita le decían que eran los dos patitos y desde entonces lo veía aparecer continuamente en su vida. Que si el autobús que cogía para ir a trabajar, que si su móvil acababa en 22, el portal de enfrente, el dúo sacapuntas que veía en el 1, 2, 3 cuando sus padres aún vivían...

Ahora estaba sentada en una terraza, tomándose su tercera cerveza mientras mantenía a raya las lágrimas a base de cabreo. El reloj marcaba las 22:24, se le había pasado la hora que procuraba mirar todas las noches como talismán. Odiaba al psicólogo. Había ido para que le ayudase con un problema de ansiedad y se había emperrado en demostrarle que lo del 22 era sólo un autoengaño, que si se fijara en otro número seguramente podría encontrar otra serie de coincidencias y que debía dejar de obsesionarse con buscar ese número en todas partes. ¿Y qué coño sabía ese imbécil?

En el fondo ya daba igual. Le había vaciado en la cabeza el cargador de su Beretta. Calibre .22.

lunes, 6 de agosto de 2007

Miserable

El sobre no tenía remite. Aún así, decidió pagarle el importe que faltaba a la cartera. La carta estaba dirigida a la mujer a quien le había comprado el piso y el matasellos marcaba la fecha de la última nochebuena. Estuvo un buen rato asomada a la ventana, con el sobre en la mano. La anciana se había retirado a una residencia y no sabía nada de ella desde que se compró la casa hacía casi un año. ¿Debía abrir el sobre para ver si era algo importante? ¿Sería mejor llevárselo a la residencia?

La última idea le parecía bastante más excitante. Desde que enviudó casi no salía de casa y éste era un motivo suficientemente absurdo como para romper con su rutina de aislamiento. Aún así, pensó que sería mejor ver primero el contenido, por si las moscas. Cogió un vaso de agua, lo calentó hasta que hirvió en el microondas y ablandó el pegamento como había visto hacer en la televisión. Con los dedos temblorosos sacó un papel doblado por la mitad. Lo desdobló. Venía escrito algo de enhorabuena, de nosequé premios y de que llamara para confirmar.

Volvió a guardar el papel en el interior del sobre y lo pegó. Después buscó entre sus papeles, cogió su sombrero, y salió de casa con el sobre en la mano.

domingo, 5 de agosto de 2007

Trascendencia

No era una piedra más. De acuerdo, había cientos, miles, millones como ella, pero ninguna era ella. Desde que tenía uso de razón había sido una piedra ejemplar con un comportamiento impecable. Nunca había hecho nada fuera de lugar -reconoció, eso sí, que tampoco lo hacían las demás piedras-. Se había pasado los últimos miles de años formando parte de una roca hasta que un buen día -un mal día, hacía mucho frío- una cuña de hielo hizo ¡crack! y rodó colina abajo hasta hacer ¡chof! y juntarse con otras piedras en el fondo de un arroyo. Luego fueron pasando los años y lentamente la caricia de las aguas fue redondeando sus curvas hasta dejarla así. Muchos años.

Hacía unas horas una retroexcavadora la sacó de su ensimismamiento y del río y la depositó junto a otras en un buen montón donde el agua escurrió hasta dejarla desnuda y con frío. ¿Era esa la otra vida?

El miércoles pasado pasó a formar parte del hormigón con el que un obrero desganado rellenaba un encofrado en el último piso del bloque de apartamentos que el cuñado del alcalde construía a pocos metros de la playa.

Formas

La mosca miraba su entorno con ojos de mosaico y no se enteraba. La rana miraba a la mosca con sendos discos rojos y tampoco se enteraba. La garza miraba a la rana con dos ojos anaranjados y no lo veía. El cocodrilo miraba a la garza a través de dos diminutas montañas que asomaban fuera del agua y tampoco lo veía.

En el cielo, una nube solitaria tenía la forma de Dios.

viernes, 3 de agosto de 2007

Queso de cabra

Ese día no hubo aquelarre. Dos cabras estaban en celo y el diablo no apareció. A partir de esa noche todos conocieron sus nombres y sus vidas fueron más felices.

Las cabrillas, un par de años después, comenzaron a dar una leche que produjo los mejores quesos que los más ancianos recuerdan.

jueves, 2 de agosto de 2007

Melodías

Aquella tarde Vladimiro estaba muy contento. De camino al bar, hacía sonar las monedas en su bolsillo y tarareaba las canciones que solía cantar con sus amigos en las trincheras. De los seis que habían ido al frente, sólo el sobrevivió al dichoso bombardeo. Sólo pudo dar cristiana sepultura a Eufrasio, cuyo cuerpo llevó sobre sus espaldas durante casi dos kilómetros hasta un pueblo -del que ya era incapaz de recordar el nombre- donde un cura joven, armado con un crucifijo y una pala, le ayudó a enterrarlo. Los otros cuatro acabarían en alguna fosa común.

Eran ya muchos años sin ellos, demasiado tiempo hablando con los muertos. En el hospital una doctora, más triste que severa, le había comunicado que la metástasis le afectaba a todo el organismo. En breve se volverían a reunir los seis.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Elementos y humanos

En las profundidades del océano existen lugares donde agua, fuego, tierra y aire se mezclan. No son sitios donde abunden los peces, crustáceos, cetáceos o cualquier otro tipo de animal. Sólo algunas bacterias se aprovechan de esa mezcla de fuerzas y ahí han creado su propio universo donde no tienen sentido ni el día ni la noche, ni el tiempo. Ni el ser humano.

Lugares así existen también en las mentes de quienes nutren sus pensamientos con sueños. Sólo así pueden estos crecer y realizarse a pesar del mundo.